La eutanasia
pervierte la ética médica que desde Hipócrates se ha centrado en eliminar el
dolor, no en eliminar el enfermo.
En el siglo XIX hemos desarrollado estas herramientas para la salud, pero hemos
querido perfeccionarnos como humanos y llegar a ser dioses, los médicos deben
cumplir la función de dar elementos al enfermo no para eliminarlo sino para
ayudarlo a soportar el dolor o llegar a la cura de su enfermedad.
Las
personas que tienen estas enfermedades casi siempre son
personas deprimidas, mental o emocionalmente trastornadas las cuales puede que
su condición afecte de una manera u otra su decisión. La
eutanasia no es solicitada por personas libres ya que pueden tener más sentido
de lo que quieren realizar. En un país sin eutanasia,
los médicos y terapeutas se esfuerzan por curar la depresión, devolver las
ganas de vivir y casi siempre tienen éxito si el entorno ayuda. Por el contrario, en un país
con eutanasia, en vez de esforzarse por eliminar la depresión se tiende a
eliminar al deprimido “porque lo pide”.
La eutanasia no
es un derecho humano, no existe el derecho a
procurarse la muerte, ya sea de manos de un tercero o con asistencia de
autoridades públicas. El derecho a la autonomía personal no es superior al deber
de los Estados de amparar la vida de los individuos bajo su jurisdicción.
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